ELECCIONES MANCHADAS.- El artero asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato del Partido Revolucionario Institucional al gobierno de Tamaulipas, enciende con intensidad las “luces amarillas”, no sólo del Ejecutivo federal sino de todos los rincones del país donde el crimen organizado pretende sentar sus reales. Apenas hace algunos días el gobernador de Nayarit, Ney González, dio por terminado el ciclo escolar —cuando faltaban aún tres semanas, de acuerdo al calendario oficial de la Secretaría de Educación—, ante los hechos de violencia registrados días atrás en varios municipios de la entidad y el riesgo que enfrentaban alumnos, maestros y padres de familia. Ya no hablemos de otros actos violentos registrados en entidades como Chihuahua, Nuevo León y Michoacán, por mencionar a los más sonados, donde el hampa se disputa entre sí los territorios en juego. El crimen de Torre Cantú se registra a seis días de los comicios en aquella entidad y en once más donde están en juego las gubernaturas, lo que llevó al presidente Felipe Calderón a expresar que «no podemos permitir que el crimen imponga sus reglas perversas». Sin duda que la razón le sobra al Mandatario federal, pues si hasta ahora lo que habíamos presenciado era un enfrentamiento —con ejecuciones— entre integrantes de bandas rivales, sin duda que el asesinato de quien se perfilaba a ser el próximo gobernador de Tamaulipas —su ventaja era de casi 30 puntos sobre el candidato del PAN— es un claro mensaje a las autoridades y el deseo de infundir temor a la sociedad. Pero las autoridades no pueden replegarse y dejar territorio libre al crimen organizado; por el contrario, es momento en que deben de elaborarse estrategias que impidan, precisamente, que el crimen imponga sus reglas. No puede permitirse, pues, que las elecciones, los procesos electorales en México, se comiencen a teñir de rojo.
Nos leemos mañana.
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